Si en la vida cotidiana, ni todo el mundo puede estar contento ni todo el mundo puede contentar a los demás, en el fútbol no iba a ser menos. Ardua tarea la del entrenador, que semana a semana, las mismas alegrías de titularidad que regala a algunos, se convierten en grandes lamentos para otros. Compleja la vida futbolística y el papel que desempeña el futbolista suplente.
Muchos entrenadores piensan que dirigir a un jugador suplente es más difícil que a un titular. El jugador que ostenta la titularidad de la semana, está contento, alegre, con ilusión, y el suplente, obviamente, no. Otros creen que depende en un porcentaje alto de la madurez personal del jugador para admitir y compartir que hay otro compañero que rinde según las exigencias del técnico, a otro nivel al que no alcanza. Y aunque cierto este argumento, no es del todo correcto. Es más difícil, sí, pero la dificultad radica en invertir tiempo y dedicación de la misma forma que al resto del equipo. Y eso es lo difícil, motivar al que sabe que no va a jugar, convencerlo de que tiene que seguir entrenando al máximo nivel y estar disponible.
Normalmente, se aconseja mantener un diálogo con ellos, incidiendo en el trabajo que deben realizar hasta alcanzar la forma y el estilo requerido, para que tengan calma y equilibrio emocional, aspecto importante y clave que incide en la confianza del futbolista. El jugador suplente, en la mayoría de los casos, no entiende por qué se sienta en el banquillo y por qué juega otro. Por esto, deben ser más fuertes que el resto, por no competir habitualmente, por contar solo para encuentros puntuales...
El sustituto debe confiar en que, para convertirse en alternativa válida, debe entrenarse a diario, con constancia y esfuerzo, garantizando su rendimiento de forma contundente. Y aunque siempre existirá este problema, porque tener contentos a 23 chicos es imposible, el entrenador debe saber y reconocer que es mas fácil ser suplente a los 29 que a los 14.
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